Cuando llegaron las mujeres, pobres;
fueron las primeras en altos pedestales
empotradas.
Nadie meditó sobre la nausea
o calculó el vértigo, la altura.
Paralizadas
dejan que el mareo blanquezca.
Impermeable la piel pétrea,
perenne expresión impuesta.
Ingenuos
las miramos desde abajo,
posamos sonrientes a su lado.