martes

extraño extrañar así de pronto

La duela de mi habitación está pintada de gris, un gris espantoso como de secundaria federal. mi cama, después de tantos días, al fin decidí tenderla, arreglar papeles. meter orden.
meter orden por una razón de cambio. 
Aún así, quisiera despintar el piso, tirar mis sábanas y olvidarme por completo de este edredón y su fantasmal mancha amarilla y rosa que recorre todos los espacios que habito. 
Deshacerme también de la marca sobre el piso que sé que ahí reposa como señal de cadaver retirado. 
El imsomnio siempre me recuerda a los fantasmas, pareciera traerlos de regreso, incluso recrea otros nuevos que no he de matar hasta no sentirlos, con todo su peso, sobre mis espaldas.
He comprado pintura, para pintar las manchas y delinearlas perfectamente. Así, después borrarlas con mis brazos y con tiempo, mucho tiempo. Detesto la impostura  que he tenido que adoptar a una nueva condición. La condición ezquizofrénica de ser y estar pero no ser y no estar, ambas al mismo tiempo. 
El deseo a pelo y piel que han traído consigo estos tiempos en realidad me incita a rellenar huecos, darle dimensión a los fantasmas. idiota la idea idiota. por eso he comprado acuarelas para hacer marcas de agua, solo perceptibles para la memoria. una libreta y un par de pinceles; evocar manchas fantasmales: rosadas, amarillas, blancas lagrimales, mi cuarto, su posición, estado, estadío. Dejar estela en la memoria, que de tanta agua se aclara y desvanece.