martes

Encender una vela en el túnel


In memoriam Ernesto Sábato

No me acuerdo qué edad tenía exactamente, pero estaba en la prepa y una de mis clases favoritas era “Spanish literature”, mi maestra era Elizabeth Hubbard. Ella fue quien me introdujo a García Lorca, Carmen Laforet, Buero Vallejo, Ernesto Sábato y a otros autores de la post guerra española y de la generación intermedia. Estos autores eran parte del programa, sin embargo, Hubbard fue quien me enseñó a leer y a detenerme y respirar, página tras página con el fin de descifrar lo desentrañable que los autores dejan en sus libros.
Ahora pienso en Sábato. Obvio, el libro fue “el Túnel”; después de haber leído historias de la post-guerra española, fue, en ese momento, un parte aguas en mi percepción del mundo. Pablo Castel me hablaba de infiernos peores al de los traumas de guerra, me hablaba del infierno interior que te vence o te vuelve cínico/asesino/escueto. Así es, Castel fue mi primer encuentro con el cinismo visto como esa pregunta retórica que se le hace al mundo, esa no-respuesta que se refugia en la neurosis y en la paranoia, que se convierte o se sublima, en este caso, en la muerte del deseo.
Esta breve novela psicológica, llena de contrastes entre raciocinio y pasiones, enfatiza  la desesperanza, la incomunicación y la soledad del hombre instalado en las ciudades que construye. Nada salva a Castel cuando descubre que no hay túneles paralelos que se encuentran, en todo caso “había un solo túnel oscuro y solitario, el mío.”
Si no Sábato, el túnel merece más larga vida: no es un libro de placer, pero se absorbe. Marca el iris de sus lectores sin dejarles más remedio que cambiar en sus adentros. Sábato, un científico, un romántico o un cínico nos deja y nos dice estoicamente: no hay esperanza si se persigue lo inalcanzable. Una verdad que se agradece.