lunes

Lenguaraz 26

Para No leer



Uno pasa los días inmerso en las rutinas impuestas, enajenados y sin tiempo para detenernos y observar lo que nos rodea, analizar, aunque sea un poco las fuerzas que se están moviendo en nuestro alrededor. No me refiero a misticismos ni a las leyes de la física, me refiero a la cuidad, a las personas, a situaciones políticas o económicas; no nos detenemos a pensar en que somos parte de un aparato mucho más complejo que nuestro cuerpo, el mundo. Entonces nos quedamos sin palabras, sin opiniones ni postura, en una especie de limbo ideológico o mal posmoderno de nunca saber qué hacer o qué decir para generar un cambio, el mínimo cambio. Nos quedamos siempre varados, con la punta de la lengua tocando el filo de una denuncia que se pierde en el silencio y  la desazón.

En Lenguaraz pensamos que la literatura puede y ha demostrado romper con la inercia de ése limbo, por eso quisimos hacer este número, un número de denuncias e inconformidades hacia eso que nos es externo y nos afecta, y también hablar de esas demostraciones de libertad y postura que admiramos. La distancia ha dejado de ser una simple impresión o apariencia. Todo nos acerca, nos comunica, nos dice. Es casi imposible la indiferencia, como imposible es hacer memoria o salvar lo memorable; de ahí la palabra escrita que aún nos puede servir de referente.  No podemos ya pasar de largo ante las Muertas de Juárez, el militarismo Calderonista, la falta de carácter nacional para legalizar el consumo moderado de estupefacientes. Tampoco podemos observar el ejercicio de la democracia en otros países sin ver el estado en que se encuentra nuestra casa, sin ver nuestro analfabetismo democrático y nuestra falta de tolerancia.
Hoy decimos que la poesía, la narrativa, las historias sí pueden cambiar el estado de las cosas, sí pueden abrir uno que otro ojo, y que el ejercicio de escribir, más allá de servir como desfogue o divertimento, puede también ser punta de lanza. Son memoria, palabra pensada.

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